Si algún día despiertas en el planeta de los tiempos lentos

El cuerpo se para por decisión propia. Llevarle la contraria causa dolor.Toca quedarse quieta. Cerrar esa agenda que tanto te ha gustado crear. «Si te mueves te dolerá, tú misma», te susurra una voz de tu interior tan amable como taxativa. Tanteo los límites de mi nuevo jardín. Lo único que no duele es sonreír, hablar y caminar muuuuuuuuuuy despacito. Por supuesto que toca pedir ayuda cuando llegas a un límite (por ejemplo, quitarte un jersey, pero eso forma parte dl curro de nuestro ego, lo que me resulta interesante es tomar conciencia de la cantidad de músculos que usamos en cualquier gesto cotidiano, localizarle, pedir que haga lo que pueda y contribuir con tu cuerpo a llevar a buen fin atarte el sujetador o ponerte las medias. Pienso: ok, no se que ha sucedido, no sé cuánto tiempo voy a pasar en este mundo y, sobre todo, esto no ha hecho más que empezar.

El desajuste más evidente es que pienso a la misma velocidad de siempre (unos 300.000 kms/segundo) pero ahora actúo en un mundo infinitesimal. Qué interesante, tendré que pensar como si tuviera un microscopio en mi mente: con mucho detenimiento y también poco a poco. Así que toca elegir. ¿Cuál va a ser el acto de hoy, cuál será mi estrategia y cuál será el límite para que no haya dolor? ¡Me parece una oportunidad (no elegida) muy interesante!

Dure lo que dure este viaje por los tiempos lentos, quiero que  mis gestos memoricen el ritmo de la suave lluvia y que se queden en mi vida para siempre, del mismo modo que conozco el ritmo de las cascadas de agua cayendo sobre mis hombros. Llevo sólo unos días tomando notas sobre este orden del mundo.Voy tan lenta que puedo memorizar cada hallazgo.

El infinito tamaño de los pétalos de los tulipanes

Por ejemplo, ayer aprendí que quienes viven en los tiempos lentos saben que los pétalos de los tulipanes se vuelven larguísimos. Mi nuevo tacto me permite tomar conciencia de sensaciones a las que no había hecho caso antes: la carnosidad del pétalo en el punto en el que se enlaza con los otros, una tersura que se aterciopela a medida que forma parte más externa de la corola y es allí donde eriza y se encoge al recibir el tiempo. Si te mueves por debajo del umbral del dolor el mundo se llena de infinitos puntos a los que no hemos puesto nombre en nuestra vida cotidiana. Se abre la puerta a un nuevo vocabulario.

Mañana martes recupero la clase de narrativa con delicadeza. Abordaré aquello que fue imposible tratar la semana anterior: la capacidad que tienen las palabras de tocar y la valentía de ser tocado. Es fácil imaginar la cantidad de matices que voy a introducir en nuestros juegos después de mis días lentos. Porque una de las claves de mis propuestas narrativas es que narramos con todo el cuerpo, porque aprendemos y nos comunicamos con él, por tanto mañana el tacto se volverá inusualmente lento. ¿Estará a la altura nuestro lenguaje de lo que perciben nuestros dedos?.

Mañana llevaremos la contraria a nuestros tiempos. Dicen que vivimos tan rápidamente que asumimos lo instantáneo como algo casi exigible y así no hay proceso que valga.

Si vamos lentos/as es porque vamos lejos

Lo aprendí viviendo en un barco solar durante años. Se trataba de un cambio epistemológico, de paradigma: si queríamos alcanzar el fin del mundo sólo con la fuerza del sol debíamos saber medir nuestro ritmo, es decir, cada uno de nuestros actos cotidianos. Hacer del camino la experiencia en sí. Para ir del super a casa no tomé un barco solar, pero recordé de golpe una canción de Antonia Font: «Batiscafo solitario / llevas una ruta planetaria». Así que concluí que quienes habitamos los tiempos lentos: vamos en nuestra escafandra sensorial a Marte, mientras el resto (entre los que me encontraba yo hasta hace un par de días y espero volver cuando sea el tiempo adecuado) van a su casa, a su trabajo, a la cita que tenían previsto, etc.

Cuando el camino que dura 3 minutos pasas a hacerlo en 10 minutos hay algo que seguro  que está sucediendo: en el camino ocurren muuuuuuchas más cosas, simplemente se trata de observarlos. Piensa que otro de mis áreas de trabajo son los procesos creativos que rodean al acto de narrar. Por ejemplo los desniveles de las aceras, los escalones, la rapidez o lentitud de los semáforos, la gente que sonríe cuando camina, la que te mira con extrañamiento, la que te mira con compasión, la que te saluda sin conocerte, la que no sólo no te mira sino que te rebasa con un ligero golpe de hombro que te hace perder el equilibrio, las que van tan lentamente como tú desde hace tanto tiempo que han olvidado que forman parte de un grupo, también te da tiempo a mirar hasta qué punto la sombra del árbol y tú vais a la misma velocidad con respecto al banquito.

¿Cómo escribiré mi próxima novela si aprendo a integrar este tiempo lento, si lo acuno? No hay nada que más moleste a quien va lento que quien va rápido le ayude a ir rápido porque considera que es lo que toca. Salvo que te vaya a pillar un coche porque se ha puesto el semáforo en rojo, prefiero cruzar la carretera fijándome en mi camino sin perder la certeza de dónde me encuentro. Así que, para cuando vuelva a los tiempos rápidos: me acercaré al batiscafo y le diré: «este semáforo se pone en verde va a mucha velocidad, si te apetece lo cruzamos juntos».

Algo más que saber delegar: contagiar el amor por lo que se hace

Hoy me he cruzado con la anciana que empuja el carrito para comprar la oferta del día en la tiendita vecina. Es la enésima vez que nos cruzamos en la vida pero la primera como habitante del tiempo lento que hoy compartimos. Aún caen hojas de otoño, el viento las hace girar hasta que se posan delante de nuestros pies. Casualmente ninguna de las dos las hemos pisado. Una semilla ha caído en el asfalto. ¡Qué soledad más tremenda!, qué difícil que germine, hoy el niño que regresa de la escuela a estas horas por la misma calle va sin su hermana…Nos saludamos. Como siempre. Es evidente que el tiempo lento existe, que la novedad es que yo ahora lo habito. Debe de ser un paisaje enorme. Confieso que no querría estar aquí mucho tiempo y al mismo tiempo agradezco la oportunidad de experimentar este lado de la vida.

El sábado 23 de marzo, de 17h a 20h, celebramos el PoPUp Narrativo en el que se enlazaba a la joyera Bárbara Barceló con los maestros bomboneras Mara Issa y Joan Cuart, Les creé una historia  de acuerdo a sus valores de empresa con la intención de que hacerles soñar en algo común y que crearan una obra especial, única, y excepcional, irrepetible: #SakuraCollection. Acudí a la cita sin haber podido participar en el desarrollo del escaparatismo, el diseño final del cartel, los soportes de las joyas y bombones. Tuve que delegar, por fuerza. y, lo admito, con cierto sentimiento de culpa.

Cuando llegué me sentí deslumbrada: habían convertido el obrador de  Narez&Cuart en un jardín de las delicias delicado y elegante donde las joyas de LAVAfromearth formaban parte de la celebración de la primavera. Colgantes, pulseras y joyas florecían junto a flores, bombones y niblbles. Hojas de almendro… los visitantes, amigos, conocidos, curiosos, entraban en el lugar y se quedaban, disfrutando del efímero mundo creado para sus sentidos. El PopUp duraría 3 horas, nada más.

No podía hacer otra cosa que observar y sonreír. Había logrado que todas las partes implicadas soñaran un mundo distinto y lo habían cumplido y compartido. Con generosidad, con alegría, con todo el poder que inevitablemente tienen los artistas cuando crean. Y yo estaba ahí, sin apenas poder mover un dedo.

Y ahora quiero hacerte una pregunta lenta:

¿Cuánto amor puedes recibir si estás dispuesto/a a ello?.

Iré contando mis experiencias en estos días de los tiempos lentos en instagram, Facebook y twitter. Lentamente, como cuando se te cierran los ojos por el sueño.