Te propongo que antes de salir de viaje juegues a algo especial: creando tu cuaderno de bitácora y empieces a narrar antes de haber hecho las maletas. O lo que es lo mismo, te propongo que cultives tu viaje interior mientras creas el espacio en el que reposarán tus diálogos con el mundo, porque de ese modo tus vacaciones tienen la posibilidad de ser más gratificantes. Aprende a narrar el viaje desde que abandonas tu silla, te cambiará la vida.
El relato de viajes nos cautiva. Narrar los nuestros tiene algo de triunfal. Por nimios que sean, si los contamos, nos permitimos situarnos en un contexto distinto, en donde es fácil que aparezcan nuevos matices de nuestra personalidad o se potencien algunas facetas de nuestro carácter. Nos gusta viajar y haber viajado, es decir, experimentar el viaje y poder narrarlo. Lo podemos hacer de manera fugaz, en una conversación con un desconocido (“¿de dónde eres?, ah, pues yo estuve en tu país una semana…”) organizando un pase de vídeos en una cena con amigos, en un relato escrito, o, sencillamente, plasmarlo en un cuaderno de bitácora para nuestra íntima complacencia.
Por qué es cada vez más difícil que una cámara sea tu cuaderno de viaje.
Escribir nuestras experiencias, y concretamente las viajeras, nos divide en varias partes: somos las que hicimos esa ruta (1), las protagonistas de un relato creado por nosotras a nuestra medida (2 y 3) y también las lectoras de la vida de la mujer que hizo el viaje narrada por la mujer que se observó (4). Estos simples cuatro rizos de la espiral de autorreferencias nos permiten realizar grandes hallazgos sobre el mundo en el que habitamos y nosotras mismas. Si se abordan con delicada consciencia, estos roles narrativos permiten a quien viaja narrando no sólo crear un relato hermoso y verdadero, sino que puede sanarse, potenciar su paso por la vida. Sé, por experiencia, que dialogar con el cuaderno de viajes permite la observación, punto de partida imprescindible para la sabia contemplación, la comprensión y la aceptación de lo que nos ofrece la vida.
A pesar de su alto valor, cada vez son menos las personas que parten con un cuaderno en su maleta. Los móviles y sus cámaras, en cambio, se han vuelto indispensables. La diferencia no estriba en el lenguaje (las fotografías o los vídeos también son un relato y grabar o fotografías es un acto narrativo) sino en su uso: solemos utilizar las cámaras para captar un instante hermoso e inmediatamente abandonarlo en la memoria del móvil o en la memoria colectiva de las redes. Esta acción es, en la mayoría de los casos, el primer paso para deshacernos de los posos, los matices y las derivas que ofrece el camino.
La respuesta no está en el destino sino en el punto de partida
No extraña que nuestro cuerpo regrese antes al punto de partida que nuestro ánimo, o que al llegar a nuestro entorno habitual nos sintamos extraños (como si algo no terminara de encajar), o que al poco tiempo de regresar los instantes felices pierdan su brillo de modo hasta que la sonrisa de antes se vuelva mueca nostálgica o simplemente ejercicio de memoria. ¿No te ha pasado que cuando cuentas el viaje a otras personas en una conversación recuerdas matices que creías olvidados? Aunque también puede ocurrir lo contrario: que al contar aquella anécdota que tanto te reconfortó sientes que se vuelve banal en tu boca. Quien haya experimentado cualquiera de estas sensaciones estaría dando la razón al principio del budismo, que dice que el sufrimiento es el punto de partida histórico y personal desde el cual nacen todos los caminos espirituales.
Se acercan las fechas en las que millones de personas se preguntan a dónde podrían escaparse este verano. Las vacaciones, que nacieron como derecho ganado por las personas trabajadoras, se ha convertido en una excepción imposible para unos y en un deseo obligado para otros. Quien no sea feliz en vacaciones, quien no viaje, quien no cumpla un sueño, quien no tenga un destino distinto al habitual, se situará en la casilla del fracaso sin que nadie le envíe allí. Ese “otro mundo” imaginario, esa promesa de evasión termina desembocando en el malestar original. O al menos es fácil que esta emoción emerja y no todo el mundo sabe encauzarla.
El silencio del hacer
La sombra de un sutil duelo acecha antes y después de las vacaciones y creo que es por una simple y sencilla razón: porque no solemos cuidar el punto de partida ni cultivar el diálogo. Del mismo modo que no hay música sin silencio, no habrá viaje (por muchos kilómetros que se recorran) para quien no haya sabido habitar su silencio interior y dar voz a lo que en él sucede.
Con esta reflexión de fondo, la artista/artesana Carmen Andrés y yo hemos creado una experiencia narrativa que cultiva el silencio del hacer y permite vivir y narrar el camino de la vida y sus viajes de manera gratificante, pacífica y germinadora. Se llama «Viaja entre líneas» y la hemos organizado para el 1de junio, sábado, en una finca en el interior del campo mallorquín, con piscina y rodeada de silencio. Nuestra propuesta es cultivar el viaje interior mientras cada persona elabora su propio cuaderno de viaje. Crear conscientemente el objeto en el que residirán tus pensamientos y experiencias facilita que la mente calle y afloren otras voces interiores, vinculadas con las emociones, con el inconsciente y también con el cuerpo. Experimentar en compañía el silencio del hacer permite a la persona viajera elaborar un punto de partida nuevo y rico.
Cultiva tu viaje interior mientras elaboras tu propio cuaderno de viaje
Durante esta jornada, mientras Carmen ayuda a la creación de este cuaderno con materiales genuinos, yo voy induciendo a la reflexión y al relato con juegos que apelen al cuerpo, elementos narrativos y preguntas introspectivas: ¿Cuándo comienza una aventura? ¿Cuándo termina? ¿De dónde partimos cuando salimos de viaje? ¿A quién queremos dejar atrás? ¿Quién regresa? ¿Cuál sería la primera frase que escribirías en el cuaderno que describirá tu forma de estar en este planeta?
Las personas que participan en este encuentro no sólo se llevarán un cuaderno de viaje único, sino que en él habrán escrito palabras esenciales y plasmado emociones que serán la punta de flecha de las vacaciones de este verano.
Si el punto de partida habitual ante cualquier experiencia es la ignorancia sobre uno mismo, este sábado partiremos de viaje al conocimiento poniendo atención a los pies y cuidando cada paso, observando la realidad más allá de las falsas representaciones y desligándonos de esos únicos destinos posibles que ofrece el mandato del consumo. Allá donde vayamos resultará más fácil impedir que el exterior lleno de ideas de poca cuantía y objetos de valor desechable se instale en nuestro interior porque, entre otras razones, nuestro interior no será un erial sino una tierra fértil en la que hemos sembrado palabras y frases bellas.
Si este verano decides alcanzar mucho más que un paraje indómito, si quieres ver más con los mismos ojos, viajar más en el mismo viaje, tu aventura ha de empezar y culminar en tu propia humanidad. Si quieres que la experiencia del retorno sea el momento decisivo de tu aventura, cuida tu punto de partida y crea con tus propias manos ese espacio (el pequeño cuaderno) en el que irás depositando tu consciencia.