¿Quién tiene el poder de cuidar el planeta?

El viernes 27 de septiembre millones de personas clamamos el respeto y el cuidado del planeta del que formamos parte. 

“Formamos parte”. El planeta no está fuera de nosotros, no estamos defendiendo nuestro hábitat o nuestras fuentes de energía o los ríos o los seres vivos, no estamos salvando nada, va más allá de cuidar nuestro entorno: somos parte de la biosfera y más allá. Nuestros cuerpos están constituidos por macro-moléculas complejas cuyos componentes compartimos con rocas, barro, limo, diamantes, gotas de lluvia y espuma de olas. Como todo ello, procedemos del encuentro entre núcleos de helio en el crisol de soles que precedieron al nuestro. 

Los seres humanos no somos una isla dentro del universo, como acuñó Carl Sagan: somos polvos de estrellas. Descendemos del cosmos, sin embargo, quizá por el desarrollo particular de nuestro cerebro, por nuestras ambiciones y temores, por nuestra capacidad para la abstracción, por nuestra forma de encontrar soluciones, por nuestros modelos de convivencia, por las preguntas que no nos atrevimos a formular, por las respuestas que nos han aliviado sin que fueran una solución, por delegar en el paso del tiempo, por los dioses y héroes que fabricamos, por haber buscado culpables y chivos expiatorios que nos hicieran sentir menos responsables… hemos llegado a ser extrañ@s a nuestra cuna, nos hemos distanciado de este cosmos y nos hemos marginado de él.

Somos el problema y la solución

Al fin volvemos a decir que formamos parte, ya no se trata de creencias, tenemos datos, cifras, fórmulas que avalan esa afirmación. Al fin podemos decir que es cierto sin tener que negar a la razón, el dios de la cultura laica. Pero si situamos nuestra lógica en esa frase no nos queda más remedio que entender que el problema que nos aterra no está fuera y que la solución que ansiamos no pertenece al “otro”: la humanidad en su conjunto es la solución y el problema, la causa y la consecuencia. 

Claro, diremos, con incomodidad y cierta indignación, en esta relación de desigualdad que mantenemos los seres humanos, los hay que se acercan más al problema y los que están abiertamente implicados en la solución, los hay que son causa y los hay quienes sufren las consecuencias. Pues bien, creo que ya es hora de que abordemos el poder desde un punto de vista ecológico.

¿Estábamos cambiando las reglas del juego?

¿Qué hacíamos el viernes, cuando clamábamos el respeto y el cuidado? A tenor de la mayoría de los carteles y pancartas, por los eslóganes coreados, diría que señalábamos a quienes tienen mayor capacidad para influir en el destino compartido, indicándoles que debían apretar su cinturón de privilegios. 

Yo estaba lo suficientemente lejos del contexto, en una posición casi de anacoreta (en la barriga del velero GoOn, en medio del mar o fondeada en islas apenas habitadas), como para que pudiera prevalecer el silencio sobre el ruido: ¿Estábamos cambiando las reglas del juego o afirmándolas? ¿Estábamos plantando cara a eso que llamamos “poder” o estábamos reconociendo precisamente ese poder? Hegemonia y contra-hegemonía, ¿no están fijando el eje de la misma rueda?.

Recordemos la trama de la vida, de la que formamos parte. El ecosistema del que formamos parte se autoproduce, se autorregula y se autoorganiza integrando la muerte en la vida, la vida en la muerte. No hay una cabeza, no hay opuestos. Como parte de ella, somos motor y fruto de nuestros vínculos, objeto y sujeto. Afectamos, nos afectan. 

El poder, desde una perspectiva ecológica

Formamos parte del ecosistema, él reverbera en nuestras médulas, podríamos inspirarnos en esta realidad para entender que desde esta perspectiva, basada en las relaciones, es imposible pretender que el poder se “tiene” o “se posee”. Bajo la perspectiva ecológica, el poder no es un factor fijo, no se divide entre los que lo poseen los que lo detentan exclusivamente y los que no lo tienen y lo soportan, el poder es algo que circula, se transforma y reescribe constantemente, tiene una naturaleza orgánica. 

Escribo estas líneas desde la fragilidad y la belleza, rodeada de un silencioso azul dinámico que regala calma y con el que aprendo a relacionarme cada día. No hay despertar igual, ni en mí, ni en el azul, busco la constante. Puedo mirar esta semana desde dentro y desde fuera y preguntarme: ¿Clamábamos o re-clamábamos? ¿Creamos una nueva coreografía o re-clamamos ante las puertas de quienes consideramos “poderosos” que cambien las reglas del juego? Si la respuesta encaja en la segunda opción, lo que estaríamos haciendo es que el mito del poder coercitivo se auto-convalide. 

¿Cuál ha sido la fuerza de Greta?

Vuelvo al libro que he co-escrito, Te puedo. La fantasía del poder en la cama,  en él intentamos romper la falsa barrera de lo privado y lo público. Allí ya explicamos que el poder no es lineal, ni coercitivo, ni piramidal para afirmar que el poder es un vínculo determinado por estrategias, acceso a los medios, beneficiarios… que atraviesa a todo el mundo, incluido a los amantes, es decir, también está en ese espacio que en Occidente creemos a salvo de las relaciones de poder sin preguntarnos qué modelo de poder ha conquistado nuestro imaginario. 

Si realmente pudiéramos asumir que el poder es un vínculo que circula y se transforma en función de las interacciones de las partes que forman parte del mismo y que es esa interacción la que permite que la realidad se transforme de múltiples maneras y con diferentes intensidades, nuestras reclamaciones tendrían otro tinte. Esa ha sido la fuerza de Greta Thunberg.

Esta adolescente ha hecho evidente que es posible concebir el poder de modo que promueva la suma multitudinaria (por tanto el consenso) y que puede llevarse a cabo desde un principio de posición que no implica estar en la cumbre de la jerarquía. Sentada a las puertas del parlamento sueco, no sentía en ningún momento que estaba desnuda de poder, por el contrario, lo utilizaba, haciendo evidente un código de valores que resuena en todos los seres humanos: todos fuimos adolescentes antes que adultos. El suyo fue un paso realizado en el momento adecuado. 

Greta no tiene la solución.

Greta va acompañada del Kairós. Llevamos decenas de años señalando en el mismo lugar y ahora se vive la urgencia y la evidencia suficiente como para que la mecha prenda desde otro lugar, más amplio y común. Greta no está sola, forma parte. Al mismo tiempo, en otras partes del mundo, hay personas encarceladas, asesinadas, desaparecidas, perseguidas, por defender el planeta, del que forman parte; gran parte de ellas mujeres. Persiguen cambiar los límites y las estrategias del poder coercitivo preservando la vida, implicándose en el discurrir de los ríos, de los bosques, de las tierras que les constituyen. Ellas forman parte de ese Kairós, como también están incluidas las personas que ofrecen evidencias desde la ciencia, quienes señalan la necesidad desde el terreno espiritual, aquellas personas que al defender los derechos sociales demuestran que sus problemas están originados por el expolio de la tierra…

Greta no tiene la solución, ninguna de las partes que he nombrado  la tiene, porque la solución, del mismo modo que el poder, no se posee, no es algo fijo. Si volvemos al planteamiento ecológico que reside en la expresión “formamos parte”, entenderemos que la parte no puede modificar el todo sin ser ella misma modificada. El 27 de septiembre quizás lo que clamábamos era cambiar la coreografía de la que formamos parte y volver a escuchar esa música de los planetas que sabían percibir nuestros antepasados, para ello debemos de entender que aquello que queremos cambiar nos ha de cambiar también el paso. 

No se trata sólo de cambiar nuestro pensamiento.

Se trata de dejar de tener miedo a la incertidumbre, a la muerte, cambiar profundamente el paso, un salto de paradigma que ya se está produciendo. Para que el Estado, los gobiernos y las corporaciones cambien las reglas del juego es necesario que mujeres, hombres, niñ@s, ancian@s, jóvenes, adolescentes también cambiemos nuestras relaciones, con nuestros semejantes, con todo lo vivo, con nuestras propias inseguridades. No se trata sólo de cambiar nuestro pensamiento, la transformación es anterior, previa al lenguaje (no se me ocurre explicarlo de otra manera, aunque soy consciente que no se trata de tiempo ni de espacio), se trata de cambiar nuestra forma de percibirnos. Ni siquiera la vida es lineal.

Tres cap de fibló (trombas marinas) nos saludaron ayer en el horizonte. Por la noche el capitán entabló una conversación con un pescador de nombre Likos en una de las islas más desnudas de las Espóradas del norte (Grecia). Al mencionarle las trombas que levantaban agua allá, no tan lejos de nuestra proa, el pescador tembló: “Ay, no puede ser; yo pesco solo”. A pesar de los años en la mar, Likos se sigue sabiendo frágil mientras lanza sus redes y por ello celebra la vida sin olvidar el momentáneo estremecimiento. No hay opuestos, ambas emociones construyen una mirada. Retomo el ejemplo de Gregory Bateson: Nuestro ojo izquierdo y nuestro ojo derecho nos dan informaciones distintas, no ven el mundo de la misma manera, es gracias a su vínculo como podemos percibir la realidad. 

Percibamos de otro modo

Percibámonos de otro modo. Aprovechemos este Kairós y observemos el poder desde una perspectiva ecológica. Concibámonos como miembros de la biosfera y también de una sociedad, de un continente, un país, una isla, una pareja, un cuerpo… entendiendo que todo se da al mismo tiempo y por ello todo está en constante transformación. Transformémonos para transformar. 

Como narradora que soy no puedo evitar poner énfasis en el lenguaje: cuidemos cómo decimos nuestras reivindicaciones, incluido no sólo el qué y las maneras, sino el lugar en el que las manifestamos. Es fácil que Greta, adolescente, termine usando el lenguaje menos adecuado, que termine señalando a víctimas y a culpables y olvide dónde reside su fuerza. Las esferas de poder en donde toma la palabra “hablan con lengua de serpiente”. Es sólo un ser humano y, además, adolescente, es decir, en breve formará parte de la lógica de los adultos. Ella no lleva las riendas de nada,  forma parte, lo que ella hace, simplemente (y nada más y nada menos) es inspiradora.

Barcelona es un lugar especial para hablar del poder

P.D. El próximo 16 de octubre hablaré sobre el poder en las relaciones de pareja desde esta perspectiva en compañía de Jordi Cervera. Será en la librería Alibri, en Barcelona (carrer de Balmes 26), a las 19:00h. Podéis encontrar el ensayo Te puedo. La fantasía del poder en la cama en cualquier librería y también en Ebook. La editorial Los libros de la Catarata ha sido quien ha apostado por publicar esta reflexión.

Hablar del poder en Octubre, en Barcelona, mueve a la Delicadeza.