Es cierto, en este hermoso planeta abunda la violencia, la miseria, la injusticia, el daño; sin embargo, esa es sólo una manifestación de la realidad. En medio de la oscuridad es posible encontrar esa grieta por la que entra la luz y a partir de ella abrir un camino al conocimiento, desarrollar nuestras potencias, cultivar las pasiones alegres y dar paso al fluido de la vida. Frente a este abanico de posibilidades nuestra cultura tiende a subrayar la herida sin ir más allá.
Los medios de comunicación siguen defendiendo que las malas noticias venden y a partir de ahí alimentan el espectáculo del horror en sus múltiples manifestaciones, alimentando la impotencia. La sociedad de la información de la que formamos parte multiplica este impacto abriendo el camino al miedo, las fobias, la sospecha y los estados de excepción. Hemos aprendido a considerar el daño como la fuente de conocimiento. La publicidad suele partir de la escasez (se ofrece como solución a un problema, por tanto, ratifica el problema), los saberes que son valorados son aquellos que son capaces de abarcar el mal / el daño. En este estado de ánimo vivir se sustituye por estar a salvo. Ante esta reacción en cadena paralizante pasamos de la adicción a hacernos los muertos.
Abren un espacio para las noticias abrazan
Hace tiempo que me situé en la otra orilla de esta forma de observar el mundo. Obedecí a los dictados de mi corazón, sin saberlo. En el año 2000 decidí alejarme de las grandes superficies de la información, precisamente porque había visto, desde dentro, cómo se procesaba la vida en paquetes de información tóxicos. Han pasado 20 años como un suspiro. Ahora miro hacia atrás y tomo conciencia de lo que supuso dar aquel paso. Giré ligeramente la flecha de mi actividad narrativa y ahora puedo ver qué ángulo he trazado. Hace dos meses Rafa Ruiz (con quien coincidí en El País a finales de los 80, cuando apenas acababa de salir de la facultad) me cedió un espacio en la revista digital dedicada a la cultura y el medio ambiente, asociada al diario Público, de la que es socio fundador: El Asombrario. La tituló «Noticias que abrazan». Es así como explicó su existencia en la entrega del mes de enero, la primera de esta serie:
«‘El Asombrario’ traerá cada día último de mes una de las buenas, de las mejores noticias de ese mes. La escritora y periodista Martha Zein se encargará de esta nueva serie con la que intentaremos rematar con optimismo cada ciclo. Las hemos querido llamar ‘Noticias que abrazan’, por lo que implican de generosidad y de confianza en la humanidad».
Existen dos principios que son clave a la hora de contar una buena noticia:
1. Saber sostener el mundo.
En todos los acontecimientos que podamos vivir siempre hay un espacio, por pequeño que nos parezca, en el que puede florecer la vida. Para encontrarlo es necesario habitar esa realidad, serenarse ante la adversidad. Se trata precisamente hacer lo contrario de lo que estamos habituados, que es salir corriendo de aquello que nos inquieta hasta el punto de negar la existencia de lo que nos daña o ha dañado. Serenarse ante la adversidad no implica asistir pasivamente a ella, sino no apartar los ojos, por el contrario, atravesarla para ver dónde está su brecha, mancharse, dejarse afectar sin por eso preservarse del daño.
Cuando se trata de narrar aquello que nos duele (las agresiones en la frontera turco/griega, la persecución de las minorías étnico-religiosas en India, el asesinato de las defensoras y defensores del territorio y las aguas de este planeta…) se trata de seguir mirando allí donde la vida continúa y buscar las reacciones de las personas sabias que habitan en el lugar, las personas que buscan potenciar la vida, con la intención de que prosperen, que contagien, que fructifiquen. En Enero, por ejemplo, relaté cómo en Australia, ese país-continente que fue arrasado durante meses por una oleada de incendios que calcinaron casi seis millones de hectáreas, se había creado la mayor red de apoyo mutuo de su historia como nación. Esto supuso que, después de conmoverme con las imágenes del espanto, seguí preguntándome por cómo actuaban las víctimas, hasta descubrir no sólo la generosidad de quienes ofrecían ayuda desde diferentes partes del mundo sino la capacidad para auto-organizarse de manera rápida. Encontré historias edificantes que dan fe de la capacidad de resiliencia.
2. Leer entre líneas hasta encontrar la resonancia.
Todo está vinculado. Mi experiencia como periodista de investigación sin agenda de grandes contactos me hizo descubrir que cualquier hilo puede llevarte al lugar que desees. Había compañeros que centraban sus estrategias de investigación en hacer hablar a quienes guardaban el secreto. Ir directamente al potencial responsable y romper su silencio. Mi estrategia era otra: seguir las huellas de la resistencia a ese sujeto o a ese grupo que tras el daño seguía impune a base de imponer el secreto. Y no fallaba. Los seres humanos, como seres vivos que somos, tendemos a la vida, a preservarla, no podemos evitarla. Los resistentes, los resistentes, nunca se consideran víctimas. Actúan, guardan la memoria, escoltan la vida. Cuando veo un conflicto, incluso con el que empatizo, miro en la periferia del mismo para intentar ver las huellas del seísmo, preguntándome si allí, en los márgenes, encontraré a quienes están buscando soluciones desde otro lado.
Normalmente si paseas con alma de zahorí por los alrededores de una noticia/conflicto es fácil que de golpe tu horquilla interior se yerga y te permita resonar ante lo que se esconde bajo tierra. Me pasó en Febrero. En medio de las manifestaciones de los agricultores que aquel mes, al frente de sus tractores, salieron a la calle para denunciar que este modelo económico les empobrece, encontré más vida. Mientras el campo clamaba por un cambio en la política económica que haga sostenible nuestra forma de alimentarnos a golpe de cartera, miles de personas se plantean quién quiere sostener un modelo basado en la desigualdad, que genera pobreza y agrede al planeta. Y tirando del hilo me encontré con ‘Foodtopia’.
La noticia otorgaba algo más que una posible solución: abría una reflexión nueva sobre nuestro sistema agroalimentario. La propuesta de Foodtopia se basa en la reducción de nuestra huella ecológica a la hora de comer, es un modelo económico integral que enlaza al consumidor con el productor y al mismo tiempo propone transformar el imaginario culinario, utilizar energía renovable, promover un modo de conocinar energéticamente sostenible, etc. Abría la puerta, pues, a otras formas respetuosas, equilibradas y justas de abordar el cambio climático.
Por qué es necesario contarlo de otro modo
Necesitamos contar el mundo de otro modo si queremos poner la vida en el centro. Este es uno de los aspectos que destaco en los seminarios y masterclass que llevo a cabo en torno a «Cómo dar una buena noticia».
Estamos tan acostumbrados a leer las noticias que dicen que venden más (las «malas noticias») que cuando tenemos una buena noticia que comunicar, utilizamos un lenguaje y una estructura que no corresponde al talante de nuestra historia. Por eso, en los seminarios y masterclass que ofrezco sobre este tema me centro en cuatro aspectos:
- La mirada periférica, basada en los dos principios que sostienen el acto de contar una buena noticia: Saber sostener el conflicto y buscar en la periferia de la información con el espíritu de los zahoríes, encontrando la resonancia.
- Detectar las diversas salidas: Entender lo que conmueve. Salir y entrar de la noticia.
- Quién cuenta la historia: revolver los cánones. El factor sorpresa. El valor de lo pequeño.
- La estructura: Las buenas noticias tiene sus propias reglas. Revertir los titulares.
Elijo como ejemplo los titulares. Una mala noticia comienza por el impacto del daño: «Han muerto xxxx en tal accidente ferroviario» El impacto de ese daño te hace querer leer qué ha sucedido. Es connatural a los seres vivos: enterarnos dónde está el enemigo para evitarlo. Lo hacen hasta los árboles cuando liberan compuestos orgánicos volátiles para comunicar a los ejemplares vecinos la presencia de una plaga, por ejemplo. Una buena noticia no puede comenzar del mismo modo. Si dices «A xxx de este pueblo les ha tocado la lotería», apenas necesitas saber más. Ya destripaste lo mejor. La buena noticia no funciona tanto por el impacto (resultado) sino por el proceso. Se trata de convertir la buena noticia en algo excepcional.
Comprender esta esencia y desarrollarla cambia las estrategias de comunicación de cualquier profesional o de cualquier individuo que narre su experiencia de vida a través de las redes.
La próxima cita es en Madrid, el 22 de marzo, domingo. Se trata de una masterclass matinal (de 11h a 15h), que se llevará a cabo en el espacio de arquitectura Otra, en la calle Calle Caltrava 9.
En este encuentro elegiremos, además, la noticia abrazadora del mes de marzo, de la que me haría eco en «El Asombrario».¡Y a ver a dónde llegamos!
¡Prometo contarlo!