«El amor es ese ingrediente que calma el hambre»

El día en el que redujeron a C.S. la jornada en el trabajo no imaginaba que estaba a punto de hacer un cambio fundamental en su vida. “Lo único que tenía claro era que deseaba tener más tiempo para mí. Dar masajes me encanta pero me hacía falta crear otro espacio. Aquella tarde, la primera tarde libre en mucho tiempo, recibí una solicitud de amistad por redes. Al asomarme al perfil de aquella persona descubrí en qué andaba y me impactó. Era uno de los miembros más activos del comedor social Tardor, ¡que estaba apenas a tres cuadras de mi casa! El corazón me dijo que en aquel lugar encontraría la mejor forma de dedicarme a mí”.

Durante los dos primeros años acudía allí los domingos y los lunes, que eran sus días de libranza, aunque durante la semana se dedicaba también a hacer gestiones de todo tipo, desde organizarse con los proveedores a resolver asuntos de intendencia. “Soy la cocinera, pero también preparo los alimentos para cocinar, limpio los baños, barro, ordeno, organizo algún mercadillo, recojo las donaciones de panaderías, supermercados, etc., comparto publicaciones en la web… en fin, cualquier cosa que permita sostener el lugar. Y sí, todo esto también es una forma de cuidarme”.

Tardor es una iniciativa ciudadana que se sostiene gracias a las donaciones. Gracias a ello han repartido comida 3 veces al día a unas 150 personas los 365 días del año, hasta que llegó la pandemia. Tuvieron que transformar el local, apostar por un tipo de comida que los comensales pudieran llevarse a casa… y dar de comer a muchas más personas. En estos tiempos de la desescalada su alimento llega a unas miles de bocas. Las colas son interminables y crecen cada día. Multiplican panes y peces diariamente gracias a la comida y medios facilitados por pequeñas y medianas empresas de la isla y a un puñado de personas que durante 10 horas por jornada atienden a quienes no pueden esperar procesos administrativos para comer. C.S. forma parte de ese puñado. .

“Las personas que llegan aquí no sólo comen sino que reciben calor, una palabra amable, una presencia verdadera y una escucha atenta. Todos necesitamos ese tipo de alimento, pero estas personas especialmente porque lo han perdido todo y en ese ‘todo’ va incluido lo más importante: su red de afectos. Son seres humanos dañados psicofísicamente, deshechados, aquí vuelven a sentir la abundancia universal, traban amistades, practican la ayuda mutua, y en ese intercambio también participamos. Son emociones de ida y vuelta. Todos recibimos algo. A mí me recuerdan lo afortunada que soy y también que sufrir en la invisibilidad es doblemente doloroso porque sucede en la soledad más absoluta”.

Sin embargo, siempre hay un límite, un umbral que necesitamos atravesar y C.S. lo sitúa entre su cansancio y la necesidad ajena. Si pudiera darle nombre lo llamaría el registro, mirar de frente, “no cerrar los ojos ante la necesidad que estamos viviendo”. Porque la fragilidad, cuando es reconocida, cuando te ves reflejada en ella, cuando la percibes también como propia, te cambia la vida, te enlaza para siempre con la vida.

Inevitablemente, el lugar que elige para sembrar su flor en el mapa es el comedor social Tardor, un espacio que forma parte de su vida cotidiana, donde ha establecido vínculos afectivos que también la sostienen, un lugar de aprendizaje desde ese acto tan humilde y necesario que es compartir el alimento.

Si quisieras mostrar tu gratitud a alguna entidad, iniciativa, plataforma, asociación… situada en Mallorca por su forma de cuidar el bien común, asómate a la página en facebook La mar de abrazos. Punto de Encuentro.

Esta iniciativa contribuye a transformar nuestra imagen del mundo. El planeta necesita ser contado de manera saludable. Cultivemos el relato de ese futuro en el que queremos habitar.

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