«La mar de abrazos», mañana lunes 15 de junio, comienza la aventura

¿Te has parado a pensar en la cantidad de seres humanos de buena voluntad que viven cerca de ti?

¿A cuántas personas comprometidas con la vida dirías que conoces?

¿Les has expresado en algún momento tu gratitud por cuidar el bien común, es decir, por hacer que el mundo en el que vives sea más amable?

Estas sencillas preguntas pueden cambiarte la vida. A mí me la cambió.

La gratitud es una bella flor. Es una forma de vincularse con el otro y con la vida que pone la emoción en juego porque va más allá de reconocer un bien hacer. Implica aceptar que de alguna manera la otra persona nos mejoró la vida y que eso nos produjo una íntima satisfacción, Quienes creen que un desconocido puede ser un enemigo o un competidor en un mundo escaso en recursos es difícil que sientan gratitud. Tampoco la saben acunar las personas tristes porque cuando sientes que recibiste algún tipo de cuidado, el corazón se alegra, incluso en medio de una situación dolorosa. La gratitud está estrechamente relacionada con la plenitud, la satisfacción y los placeres, y es incompatible con la desconfianza. Quienes practican la gratitud suelen sentirse parte de un mundo abundante.

Y es ahí donde comienza esta aventura:

en la abundancia de buena gente.

Un día le dije a uno de los seres que más quiero en este planeta que sería capaz de demostrarle que podía tomar un café con 1000 personas estupendas sin tener que cruzar grandes distancias. Mi ser humano querido pasaba por uno de esos momentos en los que todo se ve oscuro y se pierde la confianza en el prójimo y yo quería demostrarle que estaba rodeado de personas que dedicaban una parte de su vida a hacer que este mundo fuera más amable, equilibrado y justo. Si lo afirmaba de manera tan rotunda era porque soy vecina del barrio de Son Gotleu, uno de los más humildes de Palma (Mallorca, Illes Balears). No creo que existan en toda la isla más personas comprometidas con la comunidad por metro cuadrado que en este barrio. Iniciativas sociales, educativas, vecinales… se multiplican en medio de la pobreza, es decir, la injusticia.

La bruma se le pasó a mi amor y yo no me tomé los 1000 cafés propuestos. Sin embargo se me quedó dentro el murmullo: Puedo tomar un café con mil personas estupendas sin tener que desplazarme demasiado, me rodean, seguro que ni imagino que ese vecino o vecina es estupendo/a, ¿qué rostro tendrán?, ¿qué estarán haciendo ahora? Este bisbiseo volvía una y otra vez a mis monólogos sin que hiciera nada más que contemplarlo. Sin saberlo, aquella mañana, en el coche,  había hecho algo más que lanzar una afirmación al aire: había formulado un decreto que vería la luz años después. No imaginaba que terminaría creando el primer mapa de gratitud de la Historia.

Pero antes de que diera ese paso hizo falta otro día señalado, aquel en el que  mi cuerpo decidió no hacerme caso y me forzó a mirar de frente mi fragilidad. En medio de la incertidumbre que generan este tipo de situaciones una lluvia fina de actos bondadosos hicieron que mi corazón se abriera como una flor que durante siglos se hubiera empeñado en ser capullo. Crujía ante cualquier manifestación de apoyo, de generosidad del otro, pero las que me rompían de emoción eran los actos delicados que me brindaban los desconocidos.  Hoy apenas recuerdo las pruebas, análisis, radiografías y miedos, aquellas fueron unas semanas privilegiadas en las que viví envuelta en un inmenso y mágico velo de generosidad. Y me instalé en la gratitud. Las personas estupendas no eran 1000, sino millones repartidas por todo el planeta. Hablan miles de idiomas, viven en condiciones muy diversas, son distintas a mí y sin embargo tejen la misma red.

Mallorca, territorio de gratitud

De este convencimiento ha nacido, un año y tres meses después,  «La mar de abrazos», el primer mapa de gratitud de la Historia. Está situado en Mallorca, mi isla de acogida. He decidido convertirla en un jardín. Tres veces por semana irán brotando en él unas particulares flores. Las habrán sembrado esas personas estupendas que cuidan la vida, seres anónimos que dedican unas horas de su vida a la semana, al mes, para cuidar este planeta con todos sus habitantes dentro. Ellas van a ir apareciendo en el mapa y en mi vida poco a poco. Hace unas semanas inicié una cadena de gratitud, Llamé a dos personas para agradecerles su labor por el bien común. Ellas me inspiran, me hacen sentir que ese futuro en el que todas queremos vivir es posible, que ya está en marcha. Les pedí que continuaran la cadena de agradecimientos y que sembraran una flor en el lugar en el que un colectivo de personas se reúnen para hacer este mundo más amable, justo y humano. Un lugar que para ellas fuera un referente, un espacio al que acudir si alguna vez quisiera sumarme al buen hacer. La cadena de agradecimientos se puso en marcha y mañana, lunes, 15 de junio, brotará la primera flor. Podrás ver cómo el mapa se irá cubriendo de flores si te asomas AQUÍ. Si pinchas cada flor verás que guarda una bella historia en su interior.

En este blog irán apareciendo tres veces por semana las historias completas de estas personas anónimas. No serán ellas las protagonistas, sino sus inspiradores actos.

Además he abierto una página en Facebook, «La mar de abrazos. Punto de encuentro» donde podrás conocer más detalles de la iniciativa a la que apoyan. Si quieres expresar tu gratitud a algún colectivo por su labor, ese es el espacio.

En Instagram he abierto un espacio especial. Si buscas @lamardeabrazos te encontrarás con un fotoblog en el que iré mostrándoos el umbral que cruzan estas personas en busca de un mundo más tierno y justo. Entre todos irán creando un sendero por el que te gustará transitar, seguro.

Preparémonos para que nuestros corazones crujan de agradecimiento. Mañana comienza la aventura.

No te pierdas estos hashtags: #LaMarDeAbrazos, #MallorcaEnElJardí, #Gratitud