M.L.C. llegó hace pocos años a la isla procedente de México, de la mano de su pareja e hijo en común. Llegaba con una importante lección aprendida: nuestra relación con el territorio y los actos que dan sentido a lo cotidiano son los que germinan los procesos más transformadores. No puede haber cambios fuertes sin el tejido de la cercanía, el que se hace a pie de calle, con los cuerpos, porque sin ellos no habrá quien los sostenga.
“Lo aprendí en los barrios populares en México y en los pueblos originarios, con ellos puede comprender su manera de entender el mundo”. Fue esta brújula la que le llevó a participar de manera activa en los hilos que atraviesan su barrio, en el casco antiguo de Palma.
Una de las primeras hebras, con las que empezó a tejer su arraigo en la isla fue Ciutat per a qui L’habita,, una asamblea abierta de vecinas y vecinos de Palma que buscan dar respuesta a la turistificación de la ciudad. Comenzaron a crear puntos de encuentro gozosos en las plazas. Se trataba no sólo analizar los problemas o desarrollar estrategias, sino de compartir la comida,“hablar de cómo estamos, de las cosas que nos parecen injustas más allá de las que nos afectan directamente, aprender las unas de las otras… Estos espacios nos sacan del aislamiento y posibilitan que estos tejidos se puedan sostener”. El primer tema que abordaron en la plaza fue qué ciudad quieren las mujeres: “¿Los espacios que habitamos son significativos y útiles para la vida que queremos?. Fue la primera vez que nos encontramos, nos reconocimos en la diversidad, nuestras distintas identidades y lenguas lo hacían evidente. Los niños y niñas también tenían voz”.
La importancia de darse cita en la plaza
El siguiente paso fue apoyar a sus vecinas de Sa Gerrería, unas 45 familias residentes en tres bloques de VPO que estaban sufriendo, y siguen sufriendo, el asedio inmobiliario y coacciones de la actual empresa propietaria. El método fue sencillo: darse cita en la plaza, sentarse a compartir cocas, empanadas de sus países, tes morunos… y crear vínculos. Allí se conocieron diversas y comunes, mujeres migrantes, madres de familias numerosas, con empleos precarios, objeto de racismo institucional y social, que una y otra vez ven cómo se les cierran las puertas a una vida digna. Estaban abandonando las casas en donde han vivido durante años porque no podían renovar el alquiler.
“Aquellos espacios que nacieron como vivienda social se transformaron en un espacio de exclusión en las garras del capitalismo. Sabernos juntas nos da la fuerza necesaria para seguir resistiendo y transformando. Es un trabajo de hormiguita porque aquí, en Europa, impera la lógica del individualismo, ese “resistiré” yo solo es un orgullo que dificulta que asumamos nuestra identidad de grupo”.
Durante la pandemia comenzó su relación con Suport Mutu. En su barrio lo que han encontrado fundamentalmente son situaciones de pobreza alimentaria. También se ha sumado a iniciativas de la Associació de Veïns Canamunt-Ciutat Antiga, “el grupo de Suport Mutu del centro es muy diverso y estamos aprendiendo a construir juntas. No es fácil salir de la lógica asistencial de caridad, entender que dar una despensa a una vecina no es asistencial sino dignificante. Se trata de hacer pequeñas despensas basadas en lo que ellas consumen, preguntarles ‘usted que es marroquí o colombiana, ¿qué es lo que le alimenta?’. Y ofrecerlo entendiendo que quienes reciben este apoyo también nos devuelven otras cosas, que no siempre son tangibles”.
Construir el arraigo es tan importante como atender otras necesidades básicas
“Lo que construye felicidad más profunda y sostenible es esa certeza de no estar solas, que podemos ser vulnerables porque hay alguien que te va a sostener y que podremos también sostener a otro. Cuando estás lejos de tu tierra esto es clave. El primer paso suele ser el más difícil. Es necesario el cuidado, entender culturas, lenguajes, la idiosincrasia. Resolver las cosas básicas nos conecta, nos humaniza, habilita un espacio de reflexión crítica y, por tanto, facilita un cambio de conciencia. Me ilusiona ver cómo, en un momento de tanto encierro, esos hilos invisibles se expresan para reconocernos en esta cercanía que no teníamos antes”.
A pesar de todo lo que hace, existen las resistencias. “Soy muy tímida, pero me he dado la tarea de abordar a un hombre que vive en situación de calle. Me lancé y ahora ya nos saludamos. Cuando voy a hacer la compra para una vecina, lo que estoy ganando es un contacto humano que no tenía y que necesitaba en mi vida. No debemos movernos entre los lugares que nos resultan cómodos. Necesitamos crear espacios abiertos donde nos reconozcamos como cercanos para analizar lo que nos está pasando. Es una idea que procede de la educación popular, en la que me arraigo”.
El umbral que M.L.C querría atravesar es el del miedo, ese que se expresa en momentos tan sencillos como el miedo al primer contacto con el otro y que no es más que la punta de un iceberg que impide actos de necesarios para el planeta y sus habitantes.
La importancia de llevar el cuerpo donde sitúas tu compromiso
Si sitúa su flor en el mapa de #LaMarDeAbrazos donde se reúnen las personas implicadas en Stop Desnonaments Mallorca es porque recurren a la empatía y cercanía para defender una necesidad vital: el derecho a la vivienda de las personas afectadas por los desahucios. Además, porque cuestionan la injusticia que está detrás de esta falta de vivienda y por el trabajo de poner el cuerpo por las otras personas como acto de resistencia. “Aunque veo desafíos es una experiencia que integra unos ingredientes importantes para cualquier proceso de transformación social”.
Si quisieras mostrar tu gratitud a alguna entidad, iniciativa, plataforma, asociación… situada en Mallorca por su forma de cuidar el bien común, asómate a la página en facebook La mar de abrazos. Punto de Encuentro. Allí podrás plantear dónde te gustaría sembrar una flor de gratitud y por qué.
Esta iniciativa contribuye a transformar nuestra imagen del mundo. El planeta necesita ser contado de manera saludable. Cultivemos el relato de ese futuro en el que queremos habitar.
#MallorcaEnElJardín
#Gratitud