A veces creemos que lo más habitual no necesita ser cuestionado. Si nos preguntaran qué es una escuela, probablemente diríamos que es el lugar en el que las personas menores de edad van a estudiar y daríamos por buena la respuesta. Es de esta manera tan sencilla como llegamos a perpetuar lo nocivo. Hay un lugar, en el barrio más humilde de las Illes Balears, donde esa afirmación no germina, y no se debe al imperativo de la miseria sino a los lazos que genera el sentido de pertenencia a una comunidad. En ese rincón de Son Gotleu la pobreza y el individualismo no son el disolvente de la concordia sino una tierra que labrar y en la que germinan cada año pequeñas personas a las que se les prepara para salir adelante pertrechados de pocos bienes materiales pero de cantidades ingentes de experiencias de apoyo mutuo, colaboración y compromiso y un espíritu crítico bien alimentado.
“Somos una comunidad en la que aprendemos todos de todos. Formamos personas capaces de pensar, de decidir, de continuar adelante a pesar de proceder de un ambiente con recursos muy limitados, a pesar de verse en una situación de pobreza infantil extrema. El suyo no es sólo un problema económico, su entorno no les provee de una educación emocional, de herramientas para la comunicación, de un contacto físico amoroso, por eso proponemos una escuela participativa, democrática e inclusiva en la que el acompañamiento al alumnado y a las familias sea un pilar fundamental”, afirma A.C.
En el barrio más humilde de la ciudad nacen flores resilientes. Crecen en una escuela dispuesta a abrazar lo que suceda en el barrio, en permanente vínculo con los CEIP Gabriel Vallseca, Joan Capó y Rafal Vell y el IES Josep Sureda i Blanes del distrito (con quienes comparten soluciones e itinerarios administrativos), con el centro de salud, bibliotecas, agentes municipales, asociaciones vecinales, ONG’s e iniciativas presentes en el barrio como Ayuda en acción, Aldeas infantiles, SOS Mamás, el Cor de dones de la UIB, Save the Med, La Fada Despistada… En diálogo constante, su objetivo es crear nuevas realidades en las que los más pequeños sean partícipes: “Desde la plataforma d’entitats i serveis de Son Gotleu se facilitó la creación de la plaza de la Esperanza con la ayuda de las infancias de las escuelas. Decidieron el nombre, propusieron ideas para su uso y colocaron los bancos en círculo para que la gente se pudiera reunir y hablar, y como símbolo de las practicas restaurativas. Esta plaza y su círculo son hoy el símbolo de Son Gotleu”.
“Este compromiso te atrapa, para bien y para mal, pero te recompensa de manera brutal, no sólo por la implicación de las familias. ¡La forma en la que se entregan las niñas y los niños es tan absoluta, tan diferente a lo que sucede en otros centros, de otros barrios! En el primer ciclo ya ves su hambre de conocimiento, la manera en que despiertan al aprendizaje de la escritura y la lectura y empiezan a hacerse preguntas. Cuando les dices que hay un puente y que no vendrán a classe se llevan un disgusto. Por eso cuando nos enfrentamos a las situaciones más difíciles no nos movemos del sitio. Esta es una escuela pequeña y familiar y somos también una pequeña familia”.
Concebir la educación como un acompañamiento implica ir más allá del curriculum escolar. Esto exige una dedicación extra a cada uno de los miembros del profesorado, que han tenido que aprender a manejar: “Hemos tenido que recurrir al apoyo de una persona especialista (Ainhoa Ansoleaga) que nos ha ayudado a hablar del miedo en esta situación de pandemia y sabernos situar en el rol de maestras, que es lo que somos, a no ocupar el lugar que no nos corresponde y aprender a derivar responsabilidades”.
A pesar de todo, el deseo de poder contribuir a que los niños y niñas del barrio puedan tener un futuro diferente, “para que puedan ser lo que quieran ser” es un motor que les empuja a convertir la escuela en un punto de encuentro.
En este contexto, el umbral que A.C. y el profesorado del CEIP Es Pont querrían cruzar es el de la confianza. “Deseamos seguir nutriendo esa confianza mutua que ya existe en nuestra comunidad educativa, formada por familias, alumnas/os y maestros/as. Una confianza que también pasa por el debate, y que hoy sigue siendo un reto porque en ocasiones hacemos propuestas con la sensación de que será complicado llegar a un consenso, hasta que algunas familias deciden dar un paso adelante y confían, se dejan llevar y esa confianza se convierte en contagiosa y de golpe las cosas fluyen”.
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