A.G. trabaja para el bien común y al mismo tiempo aprende de él. Es una espiral que la envuelve y la lleva hacia delante, una fuente que no logra apagar su sed de conocimiento. De ella bebe con el único anhelo de que la comunidad universitaria “sea un espacio de amor, cuidado y respeto”. No olvida que ella también fue una estudiante que un día fue tocada por el impacto del cuidado del del cuidado del planeta y quienes lo habitan y que aquella experiencia le cambió la vida.
Estudiaba tercer año de filosofía. Apenas había cumplido los 22. Era una joven interesada en los derechos humanos y se presentó a una beca. El destino que le tocó en suerte fue Argentina. Un buen día el azar hizo que el grupo de cinco chicas del que formaba parte se encontrara sin un techo bajo el que protegerse. “Una pareja joven nos acogió, tenían una niña pequeña, pero nos abrieron las puertas de su casa. Cuando llegó el día de la despedida les preguntamos qué podíamos hacer para agradecerles todo lo que nos habían dado. Después de mucho insistir y ya en el último instante, nos dijeron: ‘Hemos estado pensando que lo único manera que deseamos es que os comprometáis a que cuando os encontréis con alguien que necesite ayuda, se la ofrezcáis’. Nos comprometimos, por supuesto, y de manera auténtica porque aquella promesa sigue en pie”.
Descubrir que la diversidad es algo maravilloso no tiene precio
Al regresar a Mallorca la cooperación empezaría a formar parte de su vida, laboral y cotidiana y le llegó la oportunidad de gozar de un voluntariado en Nicaragua. Ningún ser humano sabe cuándo está emprendiendo ese sendero que se convertirá en el eje de su existencia, lo cierto es que en el suyo no hubo vuelta atrás. “Allí descubrí que la diversidad es algo maravilloso; que todas las personas debemos ser respetadas y cuidadas; que existen unos saberes ancestrales que son imprescindibles para la vida de este planeta… y que tenemos aquí una visión muy europeísta de lo que es el compromiso, la cooperación, porque nuestra cultura se sostiene sobre el individualismo y esto condiciona cualquiera de nuestros comportamientos, incluso los que llevamos a cabo con buena voluntad”.
Para que nuestra aportación al bien común fuera más efectiva A.G. considera que deberíamos “abrir más los oídos para aprender, y no hablar tanto. Hablamos mucho. Llevamos siglos imponiendo nuestras reglas a culturas que saben mucho desde hace cientos de generaciones sin escucharles ni una pizca. ¿Y por qué? Por arrogancia, porque falta de confianza, nos cuesta mucho abrir la puerta a personas desconocidas, sin embargo hay muchos lugares en el mundo en los que se aplica la lógica de ‘donde yo estoy, tu estás’ y te acogen sin preguntar. Esto es muy honesto, una gran lección que nos cuesta aprender”.
A raíz de estas dos experiencias como joven estudiante, A.G. adquirió el compromiso consigo misma de facilitar otros despertares. “Ahora tengo la suerte, el orgullo y el privilegio de ser yo quien gestiona los programas de voluntariado y lo hago desde ese cariño y esa empatía, queriendo acompañar a esas alumnas y alumnos interesadas (el 80% son mujeres) en su toma de decisiones, invitarles a vivir una experiencia parecida y desde ahí transformarles contagiando” esa luz que se encendió sin saber y que cada día brilla en su vida con mas fuerza.
Cuando el bien común traza espirales como las hélices el ADN
Quizá no se dé cuenta que en sus manos el bien común traza espirales en movimiento constante, como las hélices del ADN, y así permite que la vida prospere. Honra lo aprendido y, al compartirlo, sus pies trazan el camino. Es un acto tan humilde como el acto de caminar: el pie que se lanza hacia delante siempre se sostiene en el de atrás. Del mismo modo entrega lo que le dieron, porque en el bien común no cabe el olvido. Junto a los pueblos originarios, en los lugares en los que abunda la escasez, aprendió (y sigue aprendiendo) el impacto del consumo responsable en la vida de miles de personas, a amar el territorio que habitamos porque es fuente de vida y a mirar a otras personas sin paternalismos ni egocentrismos, desde la humildad. Ese es el legado que entrega a las nuevas generaciones, las y los estudiantes de la Universidad de le Illes Balears (UIB), que tan denostados suelen estar.
“Están muy estigmatizados, se les critica, se les juzga, cuando lo que necesita la gente joven es confianza, La mayoría tiene ganas de comerse el mundo, de innovar, tienen iniciativas muy bonitas, se lo curran mucho. Con tanta precariedad laboral y con tantas personas preparadas, el futuro se les dibuja difícil. La mayoría de los que acuden a la Oficina de Cooperación al Desarrollo y Solidaridad (OCDS) de la UIB tienen miedo, pero cuando regresan de su estancia en Perú, Bolivia, Ghana, Campos de refugiados saharauis, Ecuador… han florecido, han cambiado de actitud, se nota en el brillo de sus ojos. En dos, tres meses, puedes aprender mucho más que en dos años de vida”.
A través de ellos, la que fue y la que es se dan la mano. Quizás tenga algo que ver la filosofía porque “esta rama del conocimiento te invita a desaprender, a preguntarte constantemente, a mejorar. Cada vez que das un paso te das cuenta de lo lejos que está el horizonte. La sabiduría y la diversidad te empequeñecen, por eso necesitas de otras personas, para nutrirte y crecer. Las grandes preguntas de la filosofía están relacionadas con cómo nos vemos, cómo nos relacionamos y qué hacemos y las respuestas tienen una incidencia política, dan forma a nuestra ética y generan identidad”.
Más allá de la empatía: abrir los ojos, crear vínculos
O quizá sea la empatía. “Se trata de pensar ‘si tu estuvieras sentada en esa silla, frente a mí, y fuera tu primera vez, con 20 años, y tienes interés pero no sabes exactamente qué estás intuyendo, ¿que me gustaría que me dijeran, que me contestaran? ¿Con interés y ganas o como si fuera un código de barras?’ y actuar en consecuencia”.
O quizá la clave está en abrir los ojos y crear vínculos con lo que te ofrece el camino. Es de esa manera como A.G. forma parte del equipo humano de la Oficina de Cooperación al Desarrollo y Solidaridad (OCDS) de la UIB, un espacio que ha convertido en parte de su camino en este planeta porque permite que los rizos del bien común se enreden en el caminar de las personas, generación tras generación, transformando su paso y el de toda la sociedad. Pero más allá de este lugar en el que crece cotidianamente su compromiso, se ha vinculado con las iniciativas y organizaciones como el GOB que defienden el territorio “frente a todos los desequilibrios que genera el monocultivo turístico y que ha puesto en evidencia la COVID19”. Además, está profundamente agradecida con la Associació per a la Recuperació de la Memòria Històrica de Mallorca, “Es un vínculo no sanguíneo sino de identidad, me impresionan los equipos de investigación que han trabajado tanto tiempo en clandestinidad, sin ningún tipo de apoyos, por amor, para satisfacer la necesidad de luz de los familiares de los desaparecidos que la administración ha negado tanto tiempo. Agradezco a las familias de desaparecidos forzados del franquismo su enorme esfuerzo por la reparación, la justicia y la verdad. Por no olvidar en tiempos de amnesia colectiva impuesta”.
Tras esta cadena de agradecimientos sitúa su flor en los movimientos y colectivos feministas agrupados en el Moviment Feminista de Mallorca “por su contribución impagable en el reconocimiento de los derechos de todas, por tejer sororidad y resiliencia”. Como es este movimiento coordina a los colectivos y activistas feministas de la isla, la flor brota en el parque nacional marítimo-terrestre del Archipiélago de Cabrera, como símbolo de un balcón que se asoma a lo que acontece en el feminismo de Mallorca y también como puente hacia el resto de las Illes Balears .
Trazando este camino desnuda sus pies para cruzar el umbral del «tengo que» e ir a por el «quiero». “Desprenderme de lo que no me llena y dedicar tiempo a lo que de verdad importa. Desearía que cada vez fuéramos más la que hiciéramos este paso. Para así, vivir en coherencia con una misma, con nosotras mismas, sin imposiciones, sin patrones, sin corsés”.
Tod@s podemos formar parte del jardín
Si quisieras mostrar tu gratitud a alguna entidad, iniciativa, plataforma, asociación… situada en Mallorca por su forma de cuidar el bien común, asómate a la página en facebook La mar de abrazos. Punto de Encuentro. Allí podrás plantear dónde te gustaría sembrar una flor de gratitud y por qué.
Esta iniciativa contribuye a transformar nuestra imagen del mundo. El planeta necesita ser contado de manera saludable. Cultivemos el relato de ese futuro en el que queremos habitar.
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