Las narrativas feministas resuelven los conflictos de otra manera

Si fuera un objeto, M.E.S. sería un pequeño despertador, porque no sólo “ve” sino que dice “¡mira!” de tal manera que paramos el paso. Sabe perfectamente que hay palabras que caen bien y son fáciles de pronunciar aunque no las amemos, que les dejamos fácilmente un sitio en nuestros diálogos porque resuenan con los valores de nuestra tribu y eso puede ser una trampa mortal porque cuando hablamos nada es inocente y menos las palabras que acallan nuestro espíritu crítico. Es ahí donde exclama ¡mira!.

El camino es el mismo para todos los vocablos: alguien los pronunció por vez primera para señalar un mundo que necesitaba ser nombrado y a partir de ahí el resto de los humanos empezaron a replicarlos, sin hacerse la siguiente pregunta, sin plantearse cómo influirían en sus vidas, sus relaciones, sus reflexiones y discursos, en su forma de percibirse. Uno de ellos es “comunicación para el desarrollo”. Esta suma es peligrosa porque enlaza un elemento que define la condición humana, la comunicación, con una palabra bien posicionada en la cultura neoliberal: el desarrollo. La lógica del mercado puede utilizarla para hacerse presente en el espacio íntimo (ese “desarrollo personal” que tanto atrae a quienes sienten que necesitan seguir creciendo), en el medioambiental (el “desarrollo sostenible” busca satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones), en política internacional con esa ya atrofiada forma de dividir el mundo en países “desarrollados” y “subdesarrollados”…

En su paso despierto M.E.S. reparó en esta suma y desmontarla se convirtió en un compromiso de vida. Empezó en la universidad, como estudiante de Historia del arte: “Me interesaba la cultura, la representación, cómo narramos. Pronto empecé a conocer gente activista, de las que aprendí un montón. Aprendí a no estar conforme con las cosas, a querer saberlo todo. Aquellos vínculos me llevaron a preguntarme y me di cuenta que las cosas ‘normales’ no son ‘normales’. Fue así como nació mi espíritu crítico”.

El feminismo como forma de trabajar en red

Aquellas preguntas encadenadas, que derivaban en respuestas capaces de convertirse en nuevos interrogantes la llevaron a iniciar “un proceso de reflexión importante en torno al feminismo y a lo que es la cooperación. No se puede ser feminista sin perspectiva interseccional. El feminismo existe ante un tipo de injusticia, una vez aprendes a cuestionar el imaginario todo muestra su rostro más oculto, y empiezas a tirar del hilo”.

Antirracismo, cooperación, ecofeminismo, sostenibilidad ecológica… aquel hilo enlazaba mundos con nombres propios y, por supuesto, no excluyentes. “Se es anticolonial, por tanto antirracista y anti-homófobo, que son dos aspectos del feminismo… Todo todo va conectado. Es el individualismo el que lleva a militancias excluyentes. ¡Ah, y anticapitalista, la madre de todos los huevos!”.

Su consciencia se fue haciendo cada vez más compleja, unas veces por azar y otras por sus propias decisiones. Hace 10 años M.E.S. se vinculó como voluntaria a Ingeniería Sin Fronteras, le atraía que la organización estuviera inmersa en un proceso de reflexión que la situaba en las antípodas del asistencialismo. Además, el hecho de que trabajaran en red era un aliciente porque es una metodología que le sigue interesando mucho. Fue un encuentro tan revelador que es precisamente a esta entidad a la que quiere expresar su gratitud con una flor.

“En un principio la organización trabajaba en proyectos de cooperación para la construcción de arquitectura civil y abastecimiento de recursos hídricos, pero el hecho de que la naturaleza de la organización es voluntaria le da mucho margen para ser versátil y no convertirse en una asociación unidireccional y jerárquica. Su base social era y es voluntaria y me siento parte de esta base y he aprendido mucho de sus procesos de reflexión y transformación”. Aquel lugar encajaba con su convencimiento de que cuando transformamos algo, transformamos todo. “Cuando mueves una pieza todo el mundo se mueve porque todo está conectado, en eso consiste la interdependencia. Con el feminismo lo he entendido muy bien: cuando una mujer consigue superar todas las violencias que tiene sobre ella no sólo mejora su situación sino la de toda su familia y su entorno. Por tanto, con su forma de hacer, Ingeniería Sin Fronteras facilita la existencia de procesos transformadores, por eso me arraigué en ella”.

«Nuestros procesos y resoluciones serán muy distintas si las vemos de manera interconectada»

Así fue como nacieron proyectos como el Forum de Comunicación para el Desarrollo. Un espacio en el que han logrado llenar de sentido este concepto (comunicación vinculada con el desarrollo): “Lo hemos enriquecido, al menos eso creo. Para mí esta iniciativa es un camino, fértil. Además el equipo está muy implicado, se auto-revisa constantemente y esto abre muchas posibilidades de trabajo y evolución porque partimos de la certeza de que una cosa siempre lleva a otra”.

Una de estos recorridos posibles ha supuesto atender a la narrativa, por supuesto: “muestra cómo queremos ver las cosas y esto determina nuestras propuestas. Nuestros procesos y resoluciones serán muy distintas si las vemos de manera desconectada o si las vemos de manera interconectada. Se trata de resolver los conflictos de otra manera y las narrativas feministas son importantes para alcanzar este objetivo, porque defienden precisamente esta interdependencia. Necesitamos aprender a mirar para hacer las cosas de forma diferente. Mirar para aprender, para transformar. Yo no estoy en cooperación porque quiero ayudar a gente, lo que yo quiero es transformar. Ingeniería Sin Fronteras se dedica ahora mismo a la cooperación transformadora y eso me motiva porque quiero vivir vivir un mundo sostenible, donde la justicia exista. Somos una comunidad y necesitamos urgentemente una pedagogía de los derechos humanos. Por todo esto necesitamos incorporar la narrativa feminista en todos lados”.

«Urge la conquista del espacio publico»

Si el feminismo ha nutrido su forma de hacer en el seno de Ingeniería Sin Fronteras, el área de conocimiento en el que se desarrollan muchos de sus proyectos le han permitido reflexionar sobre el uso del espacio público de manera enriquecida: “Hemos superidealizado el espacio público. La sociedad de consumo empuja a que debamos de pasarlo bien y a fuerza de hedonismo hemos despolitizado este espacio, por eso no sabemos convivir, por eso somos incapaces de establecer contactos sólidos con la gente en la calle. La gestión del virus ha hecho evidente que hemos idealizado tanto el espacio público que cuando estamos en él nos molesta. Urge la conquista del espacio publico, convertirlo en un espacio de lucha, de negociación, de reivindicación. No podemos olvidar que las calles son nuestras. Hemos dejado de pensar en comunidad en la calle, todos pensamos en casita y desde el ordenador, y así resulta más fácil gentrificar las ciudades. Si viviéramos la calle no nos la apropiarían”.

No extraña que cuando se pregunte cuál sería el umbral que le gustaría que cruzáramos como humanidad sea contundente: “Eliminar las fronteras, que es lo más tonto que hay en el mundo. No tienen sentido. Son mentira”.

Este jardín es próspero y tiene un sitio para ti

Si quisieras mostrar tu gratitud a alguna entidad, iniciativa, plataforma, asociación… situada en Mallorca por su forma de cuidar el bien común, asómate a la página en facebook La mar de abrazos. Punto de Encuentro. Allí podrás plantear dónde te gustaría sembrar una flor de gratitud y por qué.

Esta iniciativa contribuye a transformar nuestra imagen del mundo. El planeta necesita ser contado de manera saludable. Cultivemos el relato de ese futuro en el que queremos habitar. Si quieres ver el recorrido que estamos haciendo, asómate a la pg de instagram: La mar de abrazos. El umbral 

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