“Nuestras sombras se esconden tras el acto benevolente de querer rescatar al otro sin pedirle permiso”

Hay palabras a las que les llega su tiempo y, como el fruto del árbol, caen en nuestros monólogos impregnándolo todo con su aroma. Cada vez que M.D.G. pronuncia “conmovido” el espacio que le envuelve parece iluminarse. Transcurría el año 2007, en Argentina. Era abogado, vivía rodeado de las comodidades en las que había crecido. Su abundancia económica era incuestionable, pero padecía depresiones, dormía mal, “decían que mi cerebro no generaba las hormonas necesarias para vivir en equilibrio”. Un día se acercó a una de las actividades vinculadas con el mindfullness que ofrecía una fundación llamada Art of living (El Arte de Vivir), y al terminar el encuentro “me sentí conmovido”. Una agitación sin nombre atravesó su silencio interior. Dejó el derecho, la vida confortable y “pase a vivir una vida del servicio. No quería acumular bienes sino compartir felicidad, viajar y ser participe del despertar de otra gente”.

“Servicio”, de nuevo el espacio que le separa del resto del mundo parece iluminarse. ¿A qué vida se refiere? “El servicio es un estado del ser, está en conexión con todo, no sólo cuando estás dando una mano a quien lo necesita. Es estar para el otro y entender que no hay distancia, que la distancia es una ilusión, que somos uno, que es lo que dicen todas las tradiciones”. M.D.G. dejó los ansiolíticos y empezó a llenar de actos su voluntad de servicio.

Contribuir a que otros vivan sus propios despertares

“Aprendí a generar experiencias y crear espacios seguros par que las personas puedan viajar de la cabeza al corazón, enseñar en las universidades de medio mundo cómo encontrarse con uno mismo, impartir cursos de desarrollo personal en las cárceles…. Recibir las cartas de agradecimiento de aquellas personas que estaban sentenciadas de por vida y constatar que trabajando la respiración podían soltar emociones, reconciliarse, fue transformador también para mí. Nunca me sentí tan bien. El dinero no era la motivación, la vocación de esta organización era (y sigue siendo) invertir los beneficios de estas actividades en la creación de escuelas en India. Viajé durante 4 años por Latinoamérica (Uruguay, Paraguay, Bolivia, México, Argentina… La riqueza espiritual y humana parecía infinita. Centré mi vida en el servicio”. 

Cuando estás en este tipo de entrega se hace evidente que es el pie el que dibuja el camino. Así es como se instaló en Zurich, con su amor, donde nació su hija, donde participó en diversos proyectos sociales vinculados con la infancia más desfavorecida y siguió impartiendo seminarios con nuevas perspectivas y herramientas para manejar las emociones. “Fueron procesos compartidos fui feliz contribuyendo a cientos de despertares”. Viajó por el sudeste asiático, se acercó a la comunicación no violenta, y siguió explorando en el poder de la respiración. “Cada emoción está asociada a un ritmo de la respiración. Tristes, ansiosos, alegres… cambiamos nuestra forma de inhalar y exhalar. Hay ciertos ritmos, con ellos puedes cambiar las emociones y la frecuencia de nuestra mente. SI la mente está fantaseando está en una frecuencia, si está en el pasado pasa a otra frecuencia. La respiración trae la mente al momento presente y la reconduce para que permanezca en una frecuencia más alta. La respiración nos permite tener acceso al control de nuestro sistema nervioso. Pero hay algo más, no sólo es el valor intrínseco de la técnica. Digamos que logramos crear una consciencia colectiva”. 

Cultivar la vocación de servicio es un pasaporte especial

“No ganábamos dinero, nuestro apoyo a esta organización que había llevado a tantas personas a dejar los antidepresivos y abrir nuevos caminos de bienestar en Occidente era nuestra gran compensación… pero tenía una hija, necesitaba una economía más sólida y al mismo tiempo no quería dejar a un lado mi vocación de servicio”.

Hoy sigue ligado a la fundación El Arte de Vivir, de hecho sitúa su flor de agradecimiento en uno de los lugares en Mallorca en los que sus voluntarios organizan sesiones de meditación: Doris Ashram en Establiments (Mallorca). “Lo que mas me conmueve de esta fundación es el hecho de que sea la organización de voluntarios más grande del mundo. Situada en 30 países, es una comunidad formada por gente linda, agradable, cariñosa, confiable… tienen algo especial. Me siento honrado por formar parte de esta comunidad desde hace más de 25 años”. 

Con el tiempo M.D.G. situó su fuente de ingresos en otras áreas de la economía (“siento que mi camino no es ganar dinero con lo espiritual, me siento bien así), pasó a ser colaborador de la ONG como monitor de programas de antiestrés y continuó poniéndose “al servicio” de otras maneras, desde participar cada jueves en la elaboración de 250 raciones de comida que la escuela de cocina Lonja 18 Open Kitchen reparte generosamente entre personas sin recursos a crear lazos fraternales con quienes se encuentra en el camino: “conocí en la calle a una persona, colombiana, nos hicimos amigos, le encontré casa y este verano trabajó para mí junto a su madre”.

Diferenciar entre ser el salvador y estar al servicio

El umbral que M.D.G. querría que cruzaran las buenas personas de este planeta “es aquel que diferencia entre ser el salvador y estar al servicio. Nuestras sombras se esconden tras el acto benevolente de querer rescatar al otro sin pedirle permiso. Trabajar desde nuestra sombra es una trampa del ego. De lo que se trata es de ofrecer ayuda y si el otro no la toma, continuar el camino, no forzarle”. 

Tú puedes formar parte de este orden del mundo, ya sea poniéndote en contacto con la entidad que subraya M.D.G. o vinculándote abiertamente con otras iniciativas, mostrando tu gratitud. Asómate a la página en facebook La mar de abrazos. Punto de Encuentro. Allí podrás plantear a qué entidad, organización, iniciativa… te gustaría sembrar una flor de gratitud y por qué.

Esta iniciativa contribuye a transformar nuestra imagen del mundo. El planeta necesita ser contado de manera saludable. Cultivemos el relato de ese futuro en el que queremos habitar. 

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