Noticias que abrazan en un mundo sin abrazos

No sé en qué momento adquirí la costumbre de celebrar los finales del mes. Desde que lo hago mi calendario ha ganado 12 días particularmente festivos al año. Es como si celebrase una docena de minúsculos finales de año: repaso lo que ha sucedido, qué he aprendido, cuántas cosas inesperadas aparecieron en mi vida, pondero lo bueno y lo malo, en definitiva: reconozco el camino y mi tránsito por él. A fuerza de repetirlo he ido añadiendo matices, todos los que he podido imaginar tanto en forma como en contenido porque hay infinidad de razones para honrar lo vivido. Por ejemplo, en invierno suelo organizar un pequeño encuentro conmigo junto al fuego, una taza de alguna infusión ayurvédica cerca (con cúrcuma, canela y cardamomo, a ser posible) y algún dulcecito vegano homemade (como las bolitas de chocolate y avellanas de @vgreenbrisa). Por supuesto, no faltan sobre la mesa bolígrafos, rotuladores, tijeras, pegamento, papeles de colores, postit… con los que culminar mi particular bullet journal del mes. 

No se trata, pues, de recurrir a la memoria para reconocer el camino. Recordar significa etimológicamente “pasar por el corazón” y el corazón no sólo tiene su propio tempo sino que además se lleva muy bien con el hacer de las manos. Mi agenda del mes cuenta con detalles y secciones vinculadas con mi forma de entender la vida. Sin ir más lejos, el color azul oscuro señala las actividades vinculadas con el cuidado del camino, el celeste aquellas con las que prodigo el cuidado del yo… 

Las noticias que nutren honran el camino

Hace un año estos celebraciones privadas dieron un salto. El equipo humano de El Asombrario me facilitó una sección mensual en su revista de medioambiente y cultura. Se titularía “noticias que abrazan” y se publicarían el último día del mes. Acordamos que el objetivo sería (y sigue siendo) que observara el transcurso de cada mes detectando aquel suceso que nutriera mis vínculos alegres con la vida. Antes de continuar quiero aclarar que cuando me refiero a alegría lo hago en sentido spinociano. Para este filósofo (Baruch Spinoza) las pasiones alegres son aquellas que fortalecen nuestro poder de acción y estimulan nuestras ganas de vivir. Así pues, se trataba de elegir aquellas noticias que abrían mi corazón hacia lo que hacemos los seres humanos con la intención de señalar la luz en medio de la oscuridad.

El periodismo se ha ido centrando progresivamente en abordar los sucesos dolorosos buscando causar un impacto emocional en lectores, especadores, etc. y no una salida. Es evidente que el ser humano recuerda con más facilidad un bofetón que decenas de besos de sus seres queridos. El impacto del daño es asimilado por todos nuestros sentidos y pone a nuestras neuronas en el disparadero, porque nuestro cerebro, todo nuestro cuerpo, está creado para garantizar nuestra supervivencia. Sin embargo, en un mundo acelerado por las prisas que olvida cuidar los procesos y honrar los puntos de partida, el impacto emocional se ha convertido en el principal motor de la información. O espanto o placer, así de corto es el menú.

2020, el año del apoyo mutuo

Afortunadamente hay excepciones, de lo contrario no hubiera sido posible esta ventana en El Asombrario. Nuestra colaboración ha cumplido un año y esta vez me he sentado junto al fuego con más delicadeza si cabe. La primera noticia que nutrió mi élan vital , mi potencia en esta vida, y con la que quise contagiar a quienes la leyeran giraba en torno a la histórica red de apoyo que había nacido en Australia tras largas semanas de incendios. No imaginaba que aquel socorro mutuo que brotó genuinamente después de que Erin Riley tuiteara su ofrecimiento (cuidar a animales heridos y mascotas sin dueños porque en su finca tenía potreros disponibles) se convertiría en el preludio de nuevas iniciativas de solidaridad provocados por una pandemia mundial. En febrero, la alimentación tomaba protagonismo con la tractorada de cientos de agricultores, frente a la agricultura industrial que les empobrecía, existían otras maneras de organizar nuestra alimentación para apoyar las economías locales y un trato más justo a todos y a todo, al planeta en sí. La “Foodtopía” me hacía sentir que en medio del daño podíamos tomar senderos nutritivos.

Marzo fue el mes en el que la filosofía entró en casa de la mano de la infancia.

En Abril no sólo honré sino que formé parte una cadena de proyectos de solidaridad en la pandemia, redes de cuidados y apoyo –sobre todo con mayores y menores– que siguen haciéndonos confiar, y mucho, en la Humanidad.

En Mayo las propuestas que se centran en la vida se germinaban como las flores y daban luz a una de las primaveras más tristes del siglo XX

En Junio estas redes convertían Mallorca en un jardín florido. Los isleños se convertían en motor de un cambio altruista en el rincón más occidental del Mediterráneo 

Comprender la dimensión de nuestros actos

En Julio, cuando la luz hacía más evidentes las ausencias de los seres vencidos por la pandemia, en cientos de rincones del planeta los seres humanos empezamos a abordar la muerte con nuevos ojos y más dulzura. Los “death café” siguen, hoy en día, multiplicándose

2020 acabó, secuencialmente con tres noticias más: la defensa del medioambiente daba un nuevo giro, transformando las democracias desde abajo. Convenciones constitucionales, asambleas ciudadanas, presupuestos participativos, desarrollo comunitario… se abrían paso hacia un destino nuevo: la Democracia Deliberativa. Paralelamente las mujeres que cuidan a nuestros mayores empezaron a organizarse, implicando a las familias en el reconocimiento del cuidado como función social y no sólo en el ámbito privado. En América Latina esta misma energía femenina volvía a encabezar las iniciativas de cooperación para superar la tragedia de los ciclones en Centroamérica. Y el año se cerró con el mejor broche imaginado después de este recorrido: 2020 pasará, en la historia de España, a ser el año en el que la muerte digna se reconoció por fin como un derecho.

Por supuesto que hubo horror, que las guerras continuaron, que las injusticias no cedieron, pero no es saludable que las noticias nutritivas pasen desapercibidas, sencillamente porque esa es una versión falsa, mentirosa, de la realidad que, además, nos desvitaliza. Los seres humanos nos movemos no sólo por hambre o por sed o por sueño… amar y ser amados es esencial para nuestra especie. Y ese acto, el del amar, tiene múltiples dimensiones, entre las que se incluyen los actos colectivos, aquellos que llevamos a cabo como individuos dentro de la trama de la vida.

Mirar atrás para abrir los horizontes

No nos damos cuenta del camino que hemos hecho hasta que paramos, miramos hacia atrás con respeto y compasión, dispuestas/os a abrazar el recorrido y celebrar todas las oportunidades que fuimos teniendo. 

Si has llegado hasta este punto de este artículo, ¿no sientes que los seres humanos, como colectivo, estamos haciendo un camino difícil y al mismo tiempo profundamente hermoso? Estoy convencida que si tomamos conciencia de la dimensión de nuestros actos en estos meses podremos darnos cuenta que esta sensación de cansancio es, sencillamente, el fruto de un proceso de cambio profundo y no de una tristeza paralizadora? 

Este año 23 millones de mujeres celebraron que la ley por fin reconocía su derecho a decidir sobre sus cuerpos. Así ha arrancado el 2021. Doy un sorbito a mi taza de te mientras honro este camino común que ilumina el horizonte.